viernes, 3 de mayo de 2013

Virgen

Veamos, amigos cacereños de distinto pelaje y condición que todos los años por estas fechas repetís la misma monserga: que vayáis a diario a adorar una imagen, que os preocupéis de si el trozo de madera lleva un manto verde o rojigualda, que le cantéis saetas o como se llame lo que le cantáis, etcétera: todo eso me trae al pairo. Me importan tanto vuestras supersticiones como si lucís permanent o lleváis el pelo a lo garçon. Lo que me saca de quicio es que toditos los años, en periódicos meapilas e hipócritas al cincuenta por ciento, que no deben de tener cosas más importantes de las que ocuparse, digáis cosas como que «TODOS los cacereños se unen con mucho fervor y veneración hacia Ella», que «la Virgen de la Montaña es símbolo de identidad para TODOS los cacereños...».

Yo no juzgo vuestras prácticas, que sois muy libres de realizar, pero, por favor, no habléis de «todos los cacereños», os lo pido por favor. ¿Sabéis por qué? Pues porque ese «todos» me incluiría a mí, y a mí, si he de ser sincero, me ocurre algo: La Virgen de la Montaña me la refanfinfla.

Lo repetiré en mayúsculas, para que os enteréis:

LA VIRGEN DE LA MONTAÑA ME LA REFANFINFLA

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